viernes, 7 de noviembre de 2014

Telefonía móvil en Burkina Faso

“El gobierno de Burkina Faso distribuirá antenas de telefonía móvil por todo el país. El gobierno burkinés, dentro de su programa de infraestructuras, ha apostado por la telefonía móvil como elemento clave para la modernización del país y el acercamiento de Internet a sus ciudadanos, lo que redundará en la economía del país y en su bienestar. El proyecto, que comenzará este año, prevé alcanzar la plena cobertura móvil en el plazo de 3 años”.
 
Burkina Faso es un país con grandes problemas y deficiencias: una renta per cápita de 700 dólares anuales, sequías constantes que se traducen en la malnutrición de sus ciudadanos, ausencia de sistemas educativos y sanitarios, sistemas de gobierno basados en golpes de estado y dictaduras con la oposición en el exilio o encarcelada, derechos humanos prácticamente inexistentes… Ante este panorama, a nadie se le escapa que cubrir Burkina Faso de cobertura móvil vaya a mejorar considerablemente las condiciones del país y de sus ciudadanos en el corto, medio y hasta en el largo plazo, pero habría que consultar a los burkineses qué piensan de todo ello, quizás estén encantados con la medida y les alegre saber que el dinero, el poco dinero que conforma el presupuesto del estado, vaya a parar a multinacionales que, ellas sí, van a hacer un gran negocio; cubrir 274.200 km², el tamaño de media España, no es peccata minuta. Habrá que preguntarles, pero ya se sabe que sarna con gusto no pica.

No nos alarmemos. La anterior es una noticia falsa y por el momento el gobierno burkinés no tiene planes de movilizar a sus ciudadanos. Pero quien sí tuvo planes de movilizar a la ciudadanía, en un sentido distinto, fue el gobierno que José María Aznar dirigió en 1999, el cual aprobó un plan uno de cuyos objetivos consistía en unir las principales capitales españolas con Madrid en trayectos de menos de cuatro horas. Y dicho y hecho, el gobierno empezó a construir ruinosas líneas de AVE, además de amplias carreteras y autopistas a ninguna parte, así como aeropuertos fantásticos que, con el tiempo, han demostrado ser infraestructuras ruinosas que no han llegado a completarse, se han cerrado o, incluso, planteado su rescate económico (en Cazikistán, el libre mercado solo existe cuando las grandes empresas tienen beneficios). Ahora todo este despilfarro nos parece propio de dictadorzuelos venidos de menos y la ciudadanía está más que indignada (si es que existe un estado emocional más allá de la indignación), nos preguntamos cómo ha podido suceder algo así y cómo es posible que nadie dijera nada en su momento, aunque ya hubo voces en contra, pero ¿quién quería escuchar a un aguafiestas en medio de la orgía del milagro económico español?

En Cazikistán, que un gobierno, ya sea local, autonómico o estatal, fomente la construcción de faraónicas infraestructuras inútiles, generalmente para mayor gloria del paso del líder por el gobierno de turno, o para favorecer los negocios de un amiguete o un familiar próximo, es algo a lo que ya deberíamos estar acostumbrados, pero mi crítica va más allá de este tipo de decisiones políticas que, lamentablemente, a poca gente desagradan cuando se plantean. La construcción de líneas de AVE por todo el territorio nacional para comunicar capitales de provincia con menos de 200.000 habitantes con la Kapital es el ejemplo más flagrante de la ruina que supusieron (y siguen suponiendo) ciertas decisiones gubernamentales, pero ¿cuántos habitantes de municipios de apenas 20.000 habitantes se oponían a la construcción de piscinas públicas cubiertas o monumentales pabellones de deportes, cuando quizás lo más indicado era afianzar las infraestructuras de alcantarillado, acabar y reparar el asfaltado de calles, completar la red de iluminado público o mejorar el sistema de recogida de basuras; incluso, puestos a gastar, por qué no un teatro, una biblioteca (con libros, no vacías, una costumbre habitual en la Comunidad Valenciana, la de inaugurar contenedores sin contenido). Como anécdota ilustrativa del fiasco económico que esto representa, Pioz, una población juadalajareña de apenas 3.500 habitantes, tardará más de 7.000 años (has leído bien, siete mil años) en pagar su deuda municipal.

Como ciudadanos tenemos todo el derecho de culpabilizar, reclamar y exigir responsabilidades a nuestros gobernantes, pero no debemos olvidar dos cuestiones principales: la primera es que somos nosotros quienes los elegimos y, segunda, también somos nosotros quienes aplaudimos y nos regocijamos con estos dispendios cuando se inauguran. Es histórica y difícilmente modificable la mentalidad de que lo común, que no lo público, es de “otro”. Pasa incluso en las comunidades de vecinos, y mientras como ciudadanos (o convecinos) no asumamos que las propiedades comunes son nuestras, que las pagamos y mantenemos con nuestro dinero, ya sea bajo la apariencia de impuestos y tasas, ya sea en forma de cuotas mensuales, seguirán produciéndose situaciones como estas. Solo es cuestión de esperar a que Cazikistán vuelva a vivir un nuevo milagro económico; o milagrito, pues somos gente que nos conformamos con poco.

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